Por @juanjosecamposL
juanjosecamposloredo1@gmail.com

“Que seas una personalidad
no significa que tengas personalidad”

PULP FICTION (Quentin Tarantino, 1994).



¿Somos solo una idea? ¿De quién dependemos si así fuera? Desde un concepto ontológico, la posibilidad de Ser nos confronta con aquello que no comprendemos. Con esa voluntad que sabemos nos mueve hacia lo que algunos llamamos Destino, y donde pese a la resistencia ocasional del día a día, nos mantenemos ahí, en ese involuntario camino recto, consientes de que la sola idea de existir, es una opción que permuta ante nosotros, ante nuestros deseos, y nos confronta ante un inacabado concepto que muchos gritan al vacio esperado, como lo es el ÉXITO.

¿Y si este último concepto también es una idea prefigurada a través de nuestras más intimas y míseras ansiedades? Tal conciencia seguramente nos perfilaría y confrontaría a nuestro propio fracaso, aquel que nos duele decir, que nos cuesta balbucear, aquel que deseamos ignorar y disfrazar de las mejores y más variadas maneras ya que, en definitiva, el éxito no viene solo; se da invariablemente acompañado del fracaso en una simbiosis siempre única. Y de ahí, con el miedo de la incertidumbre a cuestas, llega la negación de nuestro ser, de nuestra realidad, de lo que en algún momento dejamos de hacer.

Claudio Valdés Kuri, uno de los creadores más emblemáticos de la escena mexicana en los últimos 20 años, llega al Teatro Polivalente del Centro de las Artes de San Luis Potosí con su Compañía Teatro de Ciertos Habitantes, con la puesta en escena “No soy un fracaso”, de la autoría de Mario García Torres, en el marco del 14º. Festival de Monólogos “Teatro a una sola voz”. Y con la actuación de Rodrigo Carrillo Tripp, nos aprestamos a escuchar la conferencia de un tal Allen Smithee, quien nos explica que, precisamente, él, “Allen Smithee no es una persona, es más bien una idea, una cosa. es el seudónimo que muchos cineastas de Hollywood han utilizado para ocultar su identidad cuando consideran que han fracasado”, seudónimo que fue acuñado por “el Sindicato de directores de Estados Unidos en 1968 y que se usó oficialmente hasta 2000, para manifestar la insatisfacción del director por no haber tenido el control creativo deseado sobre la película. Según las reglas de su uso el director se comprometía a no comentar las causas concretas que le llevaban a tomar tal decisión o incluso a no reconocer que era el director real. Este seudónimo también ha sido utilizado por otros trabajadores del gremio cinematográfico como los guionistas.(Fuente: Wikipedia)

En uno de sus trabajos más parcos a nivel de producción, Valdéz Kuri nos plantea un escenario llano con solo la mesa que ocupará el pseudoconferencista, la silla y una pantalla, todas en primer plano donde veremos en un extremo la diatriba de Smithee y por el otro, algunos ejemplos de esas películas rechazadas, denostadas por sus autores (obras negadas por el padre, podríamos decir, y en ello, olvidadas), muchas de ellas de infame serie B (Ghost fever, The Shrimp on the Barbie, Alien Blood, Death of a Gunfighter, entre muchas otras), incluidas algunas más, éstas, dentro de  la industria del porno norteamericano.

Allen Smithee. Un seudónimo que muere de sí mismo. Que en su insistente aceptación de sí, de autovalorar y justificar su propia existencia, es capaz de autodestruirse de todas la formas ya conocidas, infringiéndose a sí mismo; en sacrificio por cada obra negada y renaciendo en un ciclo interminable, mientras la negación sea el punto de partida para esa obra que en vez de enaltecer al autor, le avergüence de tal forma que haya que recurrir a esa idea siempre ignorada y solo socorrida que representa como salvoconducto “Allen Smithee”.

Argumentos van y vienen. La formula es siempre la misma. Argumentos que cansan y que desgastan. Productos fílmicos de inacabable pésima factura ya de idea o de producción, pero que ahí están, que ahí deambulan para regocijo de algunos que bien podrían catalogarlas socarronamente como una que otra probable “película de culto”.

Quizá alguno de estos productos no entren en  ello, pero si, este “seudónimo de la vergüenza” que interpreta de manera solvente el actor Rodrigo Carrillo Tripp, en ese doble concepto de ser forma e idea. La forma del actor, consciente del espectador (recurso utilizado de manera continua por Valdez Kuri en sus montajes) y de lo que le rodea, de lo que está viviendo en el “aquí y ahora”, no como personaje, sino como “El actor” mismo. Y por otro lado, La forma del Personaje”, Allen Smithee, quien de manera inacabable busca los argumentos que le permitan justificar su inocua existencia.

Al final, como toda idea, como todo concepto incapaz de sostenerse a sí mismo, ya no Allen Smithee, sino el propio actor que le encarna, va sucumbiendo a la conciencia mortal de que toda idea no soportada, no valorada, no patentada, sucumbe a su propio vacio, a la insostenible justificación. Y le vemos ahí, de pronto, en un instante, parco, en silencio, abarcado por “la cosa” en que se vuelve el “ser” y su “nada”, más que una idea, socorrida en la vergüenza de la obra que ya no es, que ya no puede ser.


Si no la mejor obra de Valdez Kuri, si una con ese toque intimista, disfrutable, donde plantea ese cuestionamiento entre la obra y su creación, la intentona rebelde de este último y ahí, la condescendencia de dejarse ser; porque, carajo, ontológicamente hablando, ¿Qué otra cosa le queda (o nos queda) más que seguir la línea del texto, consultar el oráculo que demarca el director y el dramaturgo, en lo escrito, sin salirse del script prefijado por el par de dictadores, que nos observan categóricos, desde alguna cabina de iluminación de un teatro (o universo, vaya usted a saber) a media luz?


Foto: Victor Manuel Ruíz
CLAUDIO VALDÉZ KURI
(México) Director mexicano, reconocido como uno de los artistas latinoamericanos con mayor presencia internacional. Fundó y dirige su propia compañía: Teatro de Ciertos Habitantes.
Es Director egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica con mención honorífica, especializándose en documental. Inició su formación como actor a los once años, con Susana Wein, participando en múltiples puestas en escena por los siguientes 17 años. De 1996 a 1999 formó parte del grupo austriaco Carpa Theater.
Importantes instituciones le han comisionado y coproducido sus obras como el Festival Internacional de Edimburgo, Theater der Welt (Alemania), Wiener Festwochen (Viena), Haus der Kulturen der Welt (Berlín), Kunsten Festival des Arts (Bruselas), Festival Internacional Cervantino (Guanajuato), Festival de México en el Centro Histórico, Compañía Nacional de Teatro (México), Universidad Nacional Autónoma de México y Festival Internacional Cervantino.



Leave a Reply