Por @juanjosecamposL
juanjosecamposloredo1@gmail.com
“Lo
que no entiendes es lo que no es aparente,
lo
que está detrás de las cosas”.
José
Agustín
No
es guasa. Hay montajes que uno verdaderamente no sabe qué decir, más cuando es
una obra seleccionada para ser representada en el 14º. Festival de Monologos “Teatro
a una sola voz” y uno no entiende cómo se filtró esta “LLUVIA, CIENTO SESENTA LETRAS PARA VOLVER A EMPEZAR”, de la autoría de Alejandro Rodríguez, quien también actúa
este montaje bajo la dirección de la especialista en teatro infantil y juvenil, Susana Romo, para la compañía Paralelo Teatro,
oriunda de Guadalajara, Jalisco, en un ejercicio escénico pletórico de lugares
comunes, referencias forzadas y una cuestionable estética teatral que se presentó en el quinto día de dicho festival, en el Teatro Polivalente del Centro de las Artes de San Luis Potosí.
Vamos
por partes.
“Lluvia…”,
nos plantea un recorrido de un joven, Ulises, (no el de Ítaca, sino el de
Guadalajara), desde su infancia a finales de los años ochenta hasta el presente, todo ello
enmarcado en una incipiente historia amorosa con un personaje llamado “Lluvia”, la
cual será el motivo de encuentros y desencuentros, en la construcción de un
amor que se antoja deberá ser “eterno e inolvidable”.

Por
otro lado, uno no deja de ver una curiosa correlación en esta estructura narrativa
con la idea principal de aquella novela de Winston Groom, “Forrest Gump” y popularizada
exitosamente en la cinta de 1994 del director estadounidense, Robert Zemeckis: el viaje por la historia estadounidense que afecta desde la infancia al
protagonista, Forrest, misma que camina de lado a una historia de amor cuya
cita con el destino nunca llegó.

Una
puesta donde desde la música pop comercial de ochentas y noventas, peca de
sumas obviedades que se regodean en ese exceso de referencias históricas y populares
de fácil identificación; que tratan de concatenar con la ya mencionada poco
original “historia de amor”, logran hacer que uno nada más se retuerza en la
butaca sin saber ya para donde fijar la atención. Claro que la intención seguro
es la ubicación temporal y la empatía generacional, pero es tan directa, que, bueno.
Sumado
a ello, el diseño espacial muestra un escenario atiborrado y burdo, saturado per se, circunscrito a más no poder por
luminarias que poco dibujan una estética que enriquezca y que proponga, diciendo poco sobre lo narrado y si mucho, sobre
sacar el “barco a flote”, en que de pronto se vuelve esta puesta en escena. Y qué
decir del ya más que desgastado recurso de proyección de diapositivas…
Otra
cosa: complicado empatar en este montaje, con un actor que por momentos parece intentar
ser gracioso, sin negarle que ya, al final, se logra una conexión que permite ir
llegando con un mejor ánimo a la resolución. Y si bien, el actor muestra una favorable
condición física de su parte, que le permite ejecutar, algunas mínimas acciones
que, físicamente sirven como recurso de resolución en ciertas situaciones, las
coreografías que se dejan ver en algunos intros
musicales, se muestran poco naturales, forzadas y en ello, pierden el ritmo del
montaje en vez de enriquecerlo.

Y
ante este Úlises, que al final corre por las lluviosas calles tapatías, como
corría aquel nostálgico Forrest por
las calles de Georgia, lo único que se me antojaba aplicar para uno mismo al estar
presente en esta puesta, era emitir (y
accionar en consecuencia), la frase inmortal de aquel filme de Robert Zemeckis:
“Run, JuanJo, Gun!”.
Pero me contuve. Me quedé. La vi. Y completita.
Pero me contuve. Me quedé. La vi. Y completita.
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Foto: Luis/Caballo/ crónicajalisco.com |
SUSANA ROMO
Directora, junto con Fausto Ramírez, de
la compañía “A la Deriva Teatro”, desde hace varios años se
especializó en este nicho artístico donde, además de desarrollar diversas
producciones, ha generado un espacio para el entrenamiento y la pedagogía
dirigido a los más pequeños.