Por Juan José Campos Loredo

“Materializar la libertad, pero también el inconsciente.
Nuestras fantasías de espacio y ficción, pero también de sinceridad y virtud.”
Jean Baudrillard

Marco Vieyra busca desangrar al espectador a través de situaciones que no le sean indiferentes y que hablen de lo que él conoce. Porque si a él le hacen mella, es seguro que a quienes involucra (actores, creativos, espectadores) pueden serles entrañables. Empatar las heridas de sus actores con las que el espectador pueda identificarse de manera consiente o inconsciente. 


¿Dónde el padre que golpea a la madre y por ende al hijo que se autoconfiesa en escena? ¿Dónde la actriz/madre- madre/actriz que se confronta por la ilusión de la pareja perfecta que no fue y la amada hija pequeña que defiende a morir? ¿O la bailarina, venida en esta ocasión a actriz, para someterse a la flagelación de ser engañada una y otra y otra vez por aquel que dice lamerle la heridas físicas, pero que le ocasiona otras, las que verdaderamente duelen y no cicatrizan? ¿El otro que engaña y que a pesar del dolor que la herida de un arma le causa, no es con mucho semejante al dolor que él es capaz de causar con sus actos? ¿O aquel que dice no creer en el amor, en la pareja, en la engañosa condición social de que se necesita del otro para ser feliz? 

A través de las pieles que se descarapelan de manera literal ante los espectadores, Vieyra nos satura de metáforas a través de las acciones intensas y fuera de contemplación de sus actores, quienes enfrentan este ensayo surgido de sus propias vivencias y que estructuradas por el director, nos dan la resultante de no solo conocer a Nydia, Rafa, Daniela, Keko y Poke en estas tesituras tan visceralmente humanas, sino el de intentar conocernos bajo esas pieles que, con solo una banca como elemento a utilizar, nos invita a entremezclarnos  en ella e intentar escucharnos entre el desorden violento que exige nuestra mera contemplación sin la pasividad que un accesorio como este nos brindaría.

Proyecciones que lo mismo nos posibilitan el marasmo que nuestras vidas circundan, hasta la autocontemplación de un paisaje que nos regodea y nos conforta; en la escalada en esa pared, donde como orugas esperamos en algún momento salir y tomar decisiones para un mundo que no sabemos si hay que mirarlo de frente, confrontarlo de espaldas,  diblar de  nuestras realidades o intentar escalarlo para llegar a una cima donde con miedo y a pesar de él, lo dominemos o nos intente sustraer para arrojarnos al vacío de una existencia que nos estalla a cada segundo.
Las heridas son cuestión de relaciones. Las relaciones ya no están solo con los otros. En esta puesta en escena, Marco Vieyra y sus actores, nos gritan más de una vez, que las heridas reales, las que nos modifican, son las que nosotros somos capaces de generarnos al momento de no confrontarnos. La confrontación más allá de rascar la costra que deja la herida; más allá de la que causa un cuchillo y sus 15 centímetros de profundidad; mucho más allá de ser la piedra que destroza lo que no se puede llenar; o mucho más allá de los golpes que más que en la piel y los huesos, duelen en el alma de lo que ya no se puede tan fácilmente, volver a amar.

Marco Vieyra y el Centro de Investigación Escénica del IPBA en San Luis Potosí, hace ruido. Y lleva a la emocionalidad, a través de una estética pensada, a generar propuestas, que enriquecen, con mucho, el panorama del teatro que se hace en San Luis Potosí.

 “Erase una vez, la historia de una herida”, con Nydia Verástegui, Daniela Saldierna, Ricardo Moreno, Rafael Becerra, José Gaytán Poke. Dirección: Marco Vieyra. Todos los sábados, 20:00 hrs. hasta el 6 de julio de 2013. Entrada general $80.00. CUPO LIMITADO. Mayores informes: Instituto Potosino de Bellas Artes. Av. Universidad, esq. Constitución s/n. 822 12 06, 822 01 66.


Juan José Campos Loredo
Creador escénico, docente y promotor cultural.

Actualmente, Coordinador general de Territorios del Arte/ Mercado escénico, San Luis Potosí, 2013. 

Director artístico de Proyecto Teatro Alighieri, A.C. 

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