Por Juan José Campos Loredo
"Los ignorantes del futuro no serán aquellos 
que ignoren la escritura, sino el que ignore la fotografía"
Walter Benjamin

Hacer diez días, comenzaba a darse la invasión de proyectos escénicos donde la nueva virtualidad nos obligaba a tratar de mirar y entender la escena desde la “normalidad” convenida por las autoridades. Las artes se confrontaban y pasaban muy rápidamente de la curiosa discusión sobre el Ser o no Ser del teatro desde la medialización de sus propuestas ante la carencia de un público, cuya presencia física, tangible, era en el periodo pre- COVID 19, más que necesaria para cubrir la triada que muchos sumamos para por dar como hecho escénico, el proceso teatral como proceso vivo: Actor- Espacio- Espectador, juntos, en una relación sensorial-  convivencial que, por mucho, creemos necesaria. Mayo fue el arranque total de nuestro mes teatral desde la virtualidad, intenso por hallarle forma y sentido. Y la imaginación y posibilidades se desbordaron.

Charlas, ponencias, talleres, conferencias, clases en línea, todo eso ha confluido por incrementar la oferta que por un lado y principalmente, puedan ser un intento viable para la subsistencia de un sector que, de manera endémica, ha sido relegado por las instancias gubernamentales las cuales, poco atinan para brindar certeza a la infinidad de creadores que vieron venirse sobre sus hombros una crisis inimaginable hace apenas unos meses. Eso es importante tenerlo en cuenta: con las artes escénicas fuera de circulación, la situación de total vulnerabilidad a muchos creadores se volvió más que apremiante. Pese a ello, la organización con una fuerte efervescencia comenzó a tomar los espacios virtuales y las más arriesgadas maneras de adaptar lo escénicamente teatral al lenguaje de una pantalla han sido variadas y enriquecedoras.

Y entre esa variada gama de iniciativas, GAME OVER de la agrupación potosina Monos Teatro integrada por Sayuri Navarro y Darío Álvarez con el apoyo audiovisual de Joaquín Loustaunau y presentada el día 13 de junio dentro del programa #VivoElTeatro del Teatro Polivalente del Centro de las Artes de San Luis Potosí, se estrenó siendo una experiencia de esas que se disfrutan, que se gozan en la contemplación de lo que los buenos e inquietos creadores pueden hacer, bajo una idea sólida: un ejercicio donde la reflexión sobre las realidades de un actor y una performer en la insoportable convivencia que hace lo cotidiano, se somete a la implosión incalculada de nuestros días. Somos voyeristas en una invasión a la privacidad y pensamientos del hastiamiento hasta la medula, de seres que buscar en el hacer, deshacer aquello que permuta en las posibilidades que el teatro en este caso les pueda permitir. Es el fastidio del ser, del crear personajes por el hábito y manual que dicta la creación de ellos para la concreción de la ficción que pare la escena; y mantener esa creación en cuarentena, como la ansiedad misma que nos produce esta situación atípica y para muchos, francamente apocalíptica.

El actor que se enmascara a medias; la joven mujer que performea y monologuea en sus rutinas de sobrevivencia cotidiana; el desenfado en el encuentro y desencuentro de ambos, choque de egos, choque de sinceridades, laberinto de espacios sobre su propio habitar; nostalgias por lo externo -lo de ellos, lo de nosotros-, un andamiaje de construir la emocionalidad en el aparente vacío y ahí, la ficción de dos cuerpos que ya no se soportan pero que están porque su condición de “rommies”, de creadores en complicidad permanente así lo forza, lo exige, lo hace latente.

Game over al teatro. Lo susurran y lo gritan. Game over a la idea de mantener la esperanza sin querer saber de ella. Game over y abrir el recetario ante lo desconocido: el teatro nuevo, el nuevo teatro, la nueva y maldecida normalidad no será en los escenarios, pulula en el ambiente, sino que la mirará de nuevo desde la virtualidad de la pantalla. No importa si estoy o no estoy, porque ahora, de estar vivo, paso a ser una presencia grabada. Por eso el estado en Game Over. Ya no soy presencia, sino una forzada esencia que le apuesta trascienda más allá de eso.

No me diferencia del cine- ese alter ego que obliga a que las salas de mis teatros se vacíen mientras que las salsas de contacto ajeno, se repleten de experiencias desde la sensorialidad de la ficción más espectacular y más cinematográfica-. Y si afín de cuentas ya seré esencia, ¿para qué carajos filmo teatro? Mejor traslado el lenguaje y del recetario extraído de este, me voy de facto al ingrediente más socorrido para la escena de pandemia. Ya no solo el director teatral, ya no el actor solo, ya no la ostentosa producción de galera, eso ya no. No es lo necesario en el aquí y ahora que se borra con la inmaterialidad de la falta de presencia. Abramos paso a la figura del director que domine el lenguaje de la lente y dejémosle que nos haga y deshaga. Las ideas son nuestras, la mirada es la de él. Pero es la de todos los que hacemos esta escena de contingencia. El director-dramaturgo- actor migra la mirada a la lente de un director entrenado en ello: un director netamente cinematográfico.

Monos teatro le apostó de manera efectiva al audiovisual, a la escena vuelta videoarte, con su propio lenguaje a través de la visión de un experto y profesional del cine, aquí, de la cámara y visión del realizador potosino Joaquín Loustaunau. Y se logra muy bien. Se disfruta el discurso. Se disfruta la supuesta “virtualidad”. El montaje genera la experiencia. Y está el teatro fragmentado de discursos ultraaudiovisualizados. La hiperrealidad de la presencia editada y bien enmarañada en el montaje fílmico. GAME OVER, una pieza que se brinda desde el manifiesto de la renuncia a lo que suena desconocido pero que vale la pena regodearnos mientras regresamos a casa.

Y de pronto surge el problema: el regreso a casa. La incertidumbre de saber si regresaremos a casa, en este caso, a la sala teatral. El regreso a ver y sentir al otro, ese otro ausente que volverá a entrar a la convivencialidad bajo nuevas reglas, en otro andamiaje de circunstancias. Este teatro de Monos teatro- Game Over-  se ve una sola vez. O bueno, se podrá y se verá, igual, sin la incertidumbre de la impredecibilidad, ya como montaje video grabado permanente. Son esencias de percepción de hechos y acciones concretas que son reproducibles como lo predijo W. Benjamín una y otra vez. Ellos, los realizadores, aquí, más fácilmente, se sumarán a nosotros y serán espectadores como todos una y otra vez, mientras las posibilidades de proyección y repetición de la zona de contagio lo permita. Y lo vuelva negociable y costeable (si acaso eso es posible).

El nuevo teatro en línea también se puede pagar. Eso es algo que la posibilidad y solidaridad de adaptación está dejando. Desde el estreno de Game over a la fecha, la oferta se extendió sobremanera (el ANTIFestival es algo contundente en estos días). Y se impusieron lo códigos de acuerdo a las necesidades: Teatro que se cobra como si fuera en vivo (en algunos casos los son, en otros, solo proyección de esos archivos que registraron la presentación), por experiencias que se filman y se transmiten por zoom para mantenerse vivas. En algunas experiencias con partes que permiten la interacción con el espectador de manera directa desde la chance del zoom (Las reinas chulas y su casa de papel de baño, por citar un ejemplo, que pudimos disfrutar estos días). Experiencias que se plantean distintas maneras de entender el fenómeno donde ninguna es menos rica que la otra. Todos son ejercicios de acercamiento, pero ya no como lo dije en un momento en este texto, ninguno se planea como abordajes de renuncia. Son modelos de crecimiento en estado de excepción y de crisis.

El gran actor Gerardo Trejoluna nos lo dice de frente desde la sobriedad de su ejercicio, de una cámara fija, desde la personificación de sus personajes más emblemáticos: “Vamos todos en línea”, publicado en el canal de YouTube de teatro UNAM el 12 de junio. Y vaya invitación desde el aparente pesimismo de la declaración: “Vayamos TODOS en línea”. Pero vamos todos jalando y encontrando.

Vayamos pues, como la circunstancia y la imaginería nos lo invita. Vayamos sin miedo, y recorrámonos en el espacio hacia ella. Vayamos hasta donde nos permita la batería. Vayamos en línea, más allá de los espacios vacíos, de las cámaras fijas. Vayamos en línea a reconquistar al espectador, a quien espera y sigue la escena, a quien busca esa esencia, y no cerremos la puerta a lo que viene. No es el fin del juego, sino el inicio de otra cosa. Y esa otra cosa, es absorbente y en la lucha, altamente gratificante.

Y al final del día, ¿Qué es lo que nos congrega del teatro, sino es que el encuentro, el diálogo con el otro, la mimesis no como imitación sino en el concepto más lúdico y amplio como lo es el movimiento danzando a lo infinito. Sayuri y Darío, en su Game Over dejan lo mejor para el final: bailan en la fogata de un techo de casa. Y miran el cielo. No vale decir que es spoiler. Es la metáfora nuestra de estos días: encender las llamas y regresar al ritual de la convivencia de compartir en el teatro y al placer eterno de la contemplación propia, tan personal de la escena. Desde nuestros espacios, desde nuestros techos, desde las orillas que nos permiten vernos a ras de los otros en el cielo mismo. Monos Teatro le apuesta a su teatro-video-arte-montaje- escena-medializada. Y esta padre. Muy padre. Para verse. Y escucharse en el susurro de los demás. En los gritos y bailes de los demás, cuando acabe esto, cuando regresemos a abrazarnos, sin temor, ni furia alguna, de nueva cuenta, una y otra vez.

Y si, por hoy, Game Over a la polémica del Ser o no Ser teatro del teatro en linea,. El teatro ESTÁ, más que nunca. Asumamos... y como dice el querido Trejoluna, vamos TODOS en línea.

Gerardo Trejoluna, "Vamos todos en linea", Teatro UNAM, 2020


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